miércoles, 25 de junio de 2008

CRONOPIANDO

EUROPA Y LA MIGRACIÓN
Por Koldo

Imagen impactante: Parte de los 119 inmigrantes, de origen subsahariano, que llegaron a las costas de Tenerife a bordo de un cayuco, en diciembre 2006

Además de convertir a los emigrantes en delincuentes, como acaba de disponer la Unión Europea, y condenar a la cárcel las legítimas aspiraciones de los seres humanos de mudar el hambre de esperanza, hay algo de que puede hacer Europa para evitar el bochorno de que alguien vaya a recordarle su historia, alguien que, obviamente, aún ignore que la desvergüenza nunca se sonroja.

Y no me refiero a la posibilidad de acoger a cierta cantidad de emigrantes: deportistas de élite, profesionales cualificados o desesperados dispuestos a convertirse en soldados de las humanitarias guerras que libran por el mundo Europa y Estados Unidos.

De hecho, esta solidaria práctica viene ejerciéndose desde hace tantos años que ni memoria queda. En Estados Unidos, por ejemplo, hay más médicos nigerianos que en la propia Nigeria. Y parecidos destinos han seguido millones de profesionales para los que siempre los muros que separan a Africa del Estado español, o a Estados Unidos de México, o a Israel del mundo, reservan una puerta.

A pesar de las denuncias que, en ese sentido, ha venido haciendo Cuba, para la pretendida legalidad y derecho estadounidense y europeo, las compensaciones por la formación de profesionales, así sean deportivos, sólo son buenas y válidas dentro de las propias fronteras, a este lado del mudo.

Bastaría repasar los nombres de atletas españoles para confirmar hasta qué punto son frecuentes apellidos tan castizos como Dusayev o Smidakova. Y no son sólo esos "recursos humanos" los que logran superar las alturas de los muros migratorios y alcanzar fama y dinero al otro lado.

El llamado Tercer Mundo, que todo lo debe y lo paga, también es despojado por nuestras beneméritas empresas de sus recursos minerales, energéticos, de sus recursos acuíferos y madereros, de todo cuanto tenga un mínimo valor. Hasta los microbios.

Se denunciaba tras la VIII Reunión sobre Diversidad Biológica en Brasil los saqueos que, en nombre del progreso, llevan a cabo países como Estados Unidos, especialmente, periódico. Y bastan al respecto, algunos ejemplos de los que recogía entonces el periódico vasco Gara. Los jeans desteñidos, tan de moda entre los adolescentes, deben su descolorado aspecto a las enzimas de un microbio que se "come" el tono azul de los pantalones. La compañía Genecor, con sus oficinas en Silicon Valley, descubrió a principios de los años noventa ese microbio en el lago keniano de Nakuru. Desde entonces, el gobierno de Kenia trata, inútilmente, de que se le pague parte de las patentes sobre éste y otros microbios.

El Convenio sobre Diversidad Biológica, firmado por más de 180 países, reconoce los derechos de los estados a beneficiarse de la comercialización de sus recursos biológicos, pero las grandes compañías farmacéuticas, cosméticas y biotecnológicas siempre encuentran un espacio abierto en los muros para ir y venir impunemente.

Un informe del Instituto Norteamericano Edmons y el Centro Africano para la Bioseguridad denuncia que la firma Bayer desarrolló su medicamento Glucobay contra la diabetes, a partir de un microbio recogido en el pantano de Ruiru, también en Kenia. El producto le ha generado a Bayer 218 millones de euros pero Kenia no ha recibido un centavo.

En un extenso y documentado reportaje, Joseba Vivanco describía para Gara la hipócrita impunidad con que se maneja el primer mundo y sus compañías, vulnerando, incluso, sus propios acuerdos y leyes. Plantas de tanzania, como la "impatiens usanbarensis de cuya patente se ha apropiado la firma suiza Syngenta.

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